La artesanía constituye una actividad que desde épocas ancestrales se ha venido desarrollando en la Región Piura Tumbes; sin embargo, con el transcurrir del tiempo y debido a la imposición de diseños y de técnicas modernas ha venido perdiendo en algunos casos su autenticidad y espíritu nativo que le hicieron famosa.
A pesar de que económicamente no constituye una actividad muy rentable, alrededor de la artesanía gira un elevado contingente de la población económicamente activa, que ha hecho de ella su fuente de sustento. La razón se debe a que la artesanía utilitaria y artística que es la que se halla bastante difundida en la región no requiere en sus fases preliminares de mano de obra calificada. Además en muchos casos se constituye en una actividad complementaria.
FILIGRANAS DE ORO Y PLATA
Constituye la actividad artesanal mejor organizada y la más difundida, por la cual destaca la localidad de Catacaos a 12 km de Piura, donde se producen originales joyas de elegantes y estilizadas líneas. Las más populares son las llamadas «dormilonas», aretes compuestos por una parte superior redondeada («aroma») y una parte inferior colgante («dormilona»), armados en base a una urdimbre de metal adelgazado en hebras.
La mayoría de los artesanos poseen talleres propios y emplean «aprendices» o «asalariados», pero son los mismos dueños o los familiares más cercanos los que tienen el control de la industria y generalmente los talleres se encuentran ubicados en su propio hogar. En la mayoría de los casos carecen de maquinaria y de capital suficiente para adquirir materia prima, razón por la cual su producción se encuentra restringida a los pedidos en el mercado local, y en algunos casos de la capital. La comercialización de los productos la realizan los intermediarios, con las consiguientes desventajas para el productor.
El mayor problema que encuentran estos artesanos se da en el abastecimiento de la materia prima y en la morosidad de las entregas. El requisito de poseer registro industrial para adquirir el oro ha originado que los artesanos más pequeños se aparten de esta actividad.
LOS ALFAREROS DE SIMBILÁ
A 5 km de la ciudad de Piura, siguiendo el camino a Sechura, pasando por Catacaos, se encuentra el humilde caserío de Simbilá, con sus casas hechas de troncos de algarrobo, desparramadas sin orden sobre la arena. A pocos metros de la pista comienza el caserío, rodeado de hatos de cabras y de burros. Por todas partes aparecen los pequeños montículos de arena, en cuyos cráteres abiertos se amontonan trozos de vieja cerámica y cenizas. Estos son los hornos rudimentarios de los famosos olleros de Simbilá, que practican su peculiar alfarería desde tiempos inmemoriales. Ellos fabrican esa infinidad de objetos de barro cocido de uso hogareño y doméstico, que emplean las familias campesinas de la región y que aún se encuentran en todo el país.
La típica olla de barro para el hervido de la chicha, las grandes tinajas, jarras, sartenes, cacerolas, peroles, el «aguatero» y el «muco» (típicos recipientes para el transporte y la conservación de agua), el cantarito, tubos para regadío, etc., son los productos peculiares de los olleros de Simbilá.
Para fabricarlos emplean técnicas antiguas y primitivas, heredadas de padres a hijos. Y todo el pequeño poblado se dedica a este trabajo, practicando además una agricultura muy pobre, pues el agua es sumamente escasa.
Los accesorios utilizados por el alfarero comprenden una paleta de madera de algarrobo de 15 cm de largo, fabricada y comprada en Catacaos, y un pedazo de piedra, de 8 a 12 cm de diámetro, que procede de los cerros más cercanos al caserío.
Los alfareros de Simbilá suelen emplear un tipo de sello llamado «labradora», de forma ovalada, y que contiene peculiares figuritas o conformaciones, ya sea un ramo de flores o un círculo, por ejemplo. Algunos objetos llevan decoraciones geométricas hechas por medio de una pequeña astilla de madera o un gancho de metal, de esos que usan las mujeres para sostener el cabello.
Después del secado, untan las piezas con una solución amarilla de limonita (óxido de fierro) que procede de yacimientos de los alrededores de Paita, Tablazo, Bayóvar, etc. Le llaman «lustre almadre», y se utiliza para disimular las manchas ocasionadas por la cocción. Durante el horneado, el «lustre almadre» adquiere ese color rojo uniforme que es característico de la alfarería de Simbilá.
LA CERÁMICA DE CHULUCANAS
Últimamente se ha hecho también muy conocida la cerámica de Chulucanas, cuyos artesanos han rescatado las técnicas ancestrales de los vicús como por ejemplo el «paleteado» y las formas globulares para confeccionar piezas artísticas y utilitarias al mismo tiempo: vasijas, ollitas, fuentes, así como objetos escultóricos puramente decorativos.
El motivo más famoso de esta cerámica son las encantadoras «gorditas», representadas con grandes polleras y largas trenzas, a la usanza de las campesinas piuranas. También se representan «gordos», casi siempre en alegres actitudes, así como objetos de uso cotidiano y escenas costumbristas.
Es característica la decoración en negativo y el uso de colores oscuros, resultantes de la quema de las piezas en hornos de leña. Sin embargo, ello no excluye el uso de otros tintes y colores, y muchos ceramistas emplean ya modernos hornos eléctricos, que les permiten controlar exactamente la temperatura y sus efectos sobre las mezclas de arcilla.
Esta cerámica tiene importantes exponentes, como Polo Ramírez, quien ha expuesto sus trabajos en repetidas oportunidades en galerías de Estados Unidos y Europa, obteniendo una gran acogida, y el joven Víctor Manuel Juárez, quien emplea las técnicas chulucanenses tradicionales para producir piezas artísticas de estilo más vanguardista, que han sido ampliamente elogiadas por la crítica local. Asimismo son ampliamente reconocidos los ceramistas Gerásimo Sosa y José Luis Yamunaqué.
ARTESANÍAS EN OTROS MATERIALES
La artesanía en paja se concentra mayormente en Catacaos, donde se fabrican diversos artículos de cestería, portavasos, alfombras, pantallas, «petates» y los famosos sombreros de paja toquilla, que en un tiempo se exportaban a Alemania.
Se afirma que los mejores sombreros de Catacaos podían colocarse en el bolsillo superior del saco como si fueran un pañuelo, por lo ligeros y finos. Su fabricación constituye una de las labores más «celosas»: de acuerdo con la creencia popular, para que los sombreros salgan excelentes y su paja no se aje ni se quiebre, tienen que ser tejidos en la noche y en determinadas estaciones lunares.
Muy difundida en la región se halla también la artesanía en madera, que se trabaja en forma manual (tallada) o mecánica (tomo). Recientemente ha surgido una modalidad de artesanía en conchas y escamas de pescado, que ha tenido gran aceptación por su originalidad, destacando en su fabricación las localidades de Paita y Talara, en Piura, y Puerto Pizarra en Tumbes.