En Piura como en todos los departamentos del Perú se tienen costumbres muy marcadas, como son las danzas, su folklore cultural y también diversas tradiciones que se vienen realizando desde hace gran cantidad de tiempo, compartimos las costumbres que se vienen dando y se hicieron desde los principios hasta la actualidad.

Piura, tierra de insignes héroes y artistas, canta en el folklore desde su mar brava hasta sus altas montañas. Según Bruno Revesz, «son múltiples las facetas de la identidad cultural popular y regional que se dan al escuchar y al cantar: conflictos emocionales, religiosidad popular, historia de sus pueblos, encanto de la naturaleza».

El estudioso Guido Vidal Donayre, en su libro La jarana es piurana, señala que, hacia fines del siglo xix, en el medio rural piurano se escuchaban el tondero y los tristes, se cantaba el yaraví y las cuma nanas, y al igual que en las demás regiones de la costa noreste practicaba la marinera. Respecto a las cuma nanas, o coplas rimadas, cabe enfatizar siempre siguiendo al estudioso Vidalque se cantaban en contrapunto o desafío. La competencia se planteaba, primero, en el conocimiento de las cuartetas con sus respectivas réplicas, luego, en la improvisación de las mismas y, finalmente, en los registros y tonos de voz.

En la actualidad, el yaraví, el triste y la cuma nana tienen muy pocos cultores, aunque los dos primeros todavía se interpretan en la sierra piurana (Ayabaca y Huancabamba), el tondero cuenta con algunos pueblos en la quebrada del Alto Morropón, y la marinera tiene en Sechura su mayor presencia: todas sus festividades importantes se celebran al compás de marineras, casi todas compuestas por sechuranos y ejecutadas por bandas sechuranas, muchas de ellas pertenecientes a clanes familiares que compiten entre sí. Otra vertiente de la idiosincrasia piurana está presente en los «dichos». Por ejemplo, «estar en la luna de Paita», es decir embobado (como por la belleza del resplandeciente y gran astro), complementado por «y en el sol de Colán» (aturdido por la fuerza de sus rayos), formando una curiosa expresión referente a las personas distraídas.

El tradicional valor de los piuranos halla eco en la frase: «A mí nadie me pisa el poncho», pronunciada no sólo para proclamar su hombría, sino como reto cuando tiran al suelo la aludida prenda, oponiéndose al posible contrincante.

«Los de Chalaco son bien marrajos», dicen, y hasta las piedras del camino son especiales para afilar su «garantizado» (machete).

Llama la atención el castellano castizo que hablan en Ayabaca, donde lo usual es decir «cobijas», en lugar de «frazadas». A cualquiera de sus pobladores que venga a Lima por primera vez se le escuchará murmurar: «Me encuentro montubio para andar por las calles».

ALGARROBOS, CABRAS Y «PIAJENOS»

Así como el algarrobo es el rey de la flora piurana, el «piajeno» (asno o burro) es el rey de la fauna cuadrúpeda de Piura. Y entre las aves, el dorado «chilalo» se lleva la corona.

El algarrobo es la imagen vegetal del departamento, no sólo por su abundancia, sino por sus virtudes. Pareciera que el espíritu piurano se ha confundido y amalgamado con este árbol, que inunda todo el paisaje del departamento de Piura.

Algarrobo

Apenas el viajero o el visitante llegan a Piura lo primero que hiere sus pupilas es la figura verde y señera del algarrobo que, según la mayoría de los piuranos, debería figurar en el escudo de la ciudad. El algarrobo vive en Piura desde tiempos inmemoriales. Y allí ha encontrado su hábitat perfecto porque no se conoce otra zona agraria del Perú donde este árbol crezca tan ufano y tan límpido. Los conquistadores incas debieron llevar sus semillas hasta el extremo sur del imperio del Tahuantinsuyo, porque en Tucumán (norte de Argentina) se levantan todavía hoy los algarrobos, que deben ser tataranietos de los duros leguminosos piuranos.

El algarrobo se encuentra en todas partes. Hasta en la comida y en la bebida del piurano. Llena todo el ámbito. Crece en el desierto, en medio del arenal sediento, desafiando la inclemencia del sol y sobreviviendo de la humedad subterránea. Bordea las orillas de los ríos y de las lagunas. Puebla las haciendas y las «inviernas». Forma los bosques. Ofrece su sombra, su madera, sus hojas, sus flores y sus frutos a los pobres y a los ricos, a los hombres y a los pacientes asnos y traviesas cabras. El algarrobo da todo y sirve para todo. Brinda su sombra en las horas pletóricas del sol y de calor, y en las noches ofrece sus troncos y sus copas para amparar al viajero del «sereno» y del frío, a los campesinos les regala su madera para que enciendan sus fogones con un carbón de mayor duración y poder calorífico para cocer sus alimentos y abrigarse por las noches, para fabricar los horcones de sus techos, los cercos que delimitan sus campos, así como gran parte de sus utensilios domésticos.

De su tronco se obtiene una madera negra y dura, que sirve para hacer las «nicuhs», bastones pequeños que jamás se rompen y que sirven a los arrieros para excitar la marcha de sus «piaras» de burros; sus hojas y sus flores regadas en la tierra forman «el puño», el mejor abono vegetal de Piura. El algarrobo sobre todo obsequia su fruto o vaina, de color dorado, que no sólo sirve de pasto para los animales, sino que hervida y concentrada produce la famosa algarrobina, espesa y morena, base de los cocteles más agradables que se conocen en nuestro país, y cuya fama afrodisíaca ha traspasado las fronteras nacionales. Así, el algarrobo es la bendición de Piura.

Según Martha Meier Miró Quesada, «basta su presencia para hacer más habitable el desierto, detener el avance de las dunas, mantener el nivel de las aguas subterráneas, fertilizar el suelo con sus hojas caídas» y dar vida a árboles y arbustos asociados. Tal cantidad de ventajas y beneficios ha dado lugar a la explotación indiscriminada de este utilísimo árbol, considerado el «maná del desierto», y a su práctico exterminio. En este sentido, recientemente se ha promulgado la ley 26721 que prohíbe la tala de árboles algarrobo, faique, sapote, palo verde, palo santo, mata burro en los bosques secos naturales de Tumbes, Piura, Lambayeque y La Libertad. Al lado del árbol tutelar se dibuja la figura del «piajeno» (burro o asno), la movilidad del pobre. Mientras los ricos se movilizan en sus autos, los campesinos piuranos siguen venciendo distancias sobre el lomo pardo y paciente de sus «piajenos».

El burrito es el símbolo de la lentitud de ciertos pueblos, pero también de la modestia y humildad de los campesinos piuranos; el asno comparte con su dueño todas las amarguras de la sequía y de la pobreza, y es partícipe de la época de abundancia y de jolgorio. En la puerta de cada choza piurana se recorta la figura del asno masticando su algarrobo o su «sudán».

Al lado del algarrobo y del «piajeno» está la cabra, hasta hace pocos años la señora del campo, que daba su carne y su leche a raudales; aún hoy la mayoría del pueblo piurano bebe leche de cabra. La leche de vaca se impuso en Piura con la apertura de las carreteras, cuando empezó a llegar gente de otras ciudades, en especial de Lima, que la reclamaban para sus desayunos.

La leche de cabra sirve también para fabricar los famosos «quesillos», blancos y frescos, que con miel de chancaca forman un plato digno de los mejores paladares del mundo. La leche de cabra es la base de las famosas «natillas», típico dulce piurano. Las cabras que abundan en los campos son las que proporcionan la carne para el famoso «seco de cabrito con tamales». Los cabritos tienen que ser muy tiernos, apenas de dos meses, para ser sacrificados.

EL TONDERO

Precisar el significado del término «tondero» continúa generando polémica; al lado de los que postulan que deriva del latín «tondear», están los que sostienen que es la deformación de «lundú», denominación de un baile tradicional, y de «lundero» (el bailarín de «lundú»). Con el tiempo, este baile fue perdiendo figuras y formas hasta unificarse en «tondero» como baile y vocablo.

Tondero

El tondero es muy expresivo, de ritmos muy alegres, vivaz y atrevido. En el desenvolvimiento del baile se figura el rodeo que el gallo hace a la gallina, la persigue, la mide hasta que llega a cogerla por el cuello. Es por eso que cuando se baila en Morropón, es frecuente escuchar:

En toda la costa del departamento de Piura se baila el tondero, pero en cada provincia, pueblo o distrito se baila con diferente modalidad. Así tenemos que el tondero que se baila en Morropón es diferente al de Catacaos y al de todos los otros pueblos del Bajo Piura. El tondero de Morropón es lento, rítmico y cadencioso, con pausas intermedias. Tiene que ser interpretado con guitarra, cajón y el complemento orquestal de latas y quijadas de burro.

La mujer contonea las caderas, provocando al hombre, haciendo quites sorpresivos y levantando discretamente su falda con la mano izquierda apoyada en la cadera, sin separarla de ésta durante todo el baile, salvo en la «fuga» o «zapateo», cuando usa las dos manos para alzar el ruedo de su falda, cuidando de no exagerar sus movimientos.

El hombre, siempre listo para poder coger o «carear» a la mujer, baila siempre sin dejar de mirarla y moviendo el pañuelo de arriba a abajo, como limpiando el suelo por donde ella va a pasar; con el sombrero hace un ademán de echarle aire, siempre pegándose a la pareja en actitud de careo insinuante.

Ritmo rápido y contagiante es el del tondero, mucho más que el de la marinera norteña, que muchos creen que es igual. La característica principal del bailarín de tondero es que él baila siempre inclinado hacia su pareja, buscándole el cuello y la cara; lo que es muy diferente de la marinera pues en ésta el varón baila siempre erguido.

El tondero de Catacaos es muy alegre y «trotón», es decir, el hombre trata de imitar el trote del caballo, y es siempre tocado por bandas. La «chola» se muestra más altiva en su baile y es más recatada en sus movimientos. De acuerdo con Guillermo Riofrío Morales, el tondero tiene tres partes claramente definidas, demostrativas de las tres vertientes de su origen: indígena, negra y española. En primer lugar, el «lamento», que proviene del Haraui, luego un compás aligerado, derivado de la zamacueca, con la coreografía de la «danza de la pava», en una mezcla negra e hispana; y la última, el «golpe de tierra», aporte exclusivamente negro.